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miércoles, 1 de julio de 2020

Un capuchino valdealgorfano en las misiones venezolanas



Hoy voy a tratar de uno de esos Valdealgorfanos anónimos, no sólo porque no tengamos más noticias de él que las contenidas en el documento que se cita, sino porque su presencia tampoco ha podido ser rastreada en legajos municipales ni ha sido nombrado por historiadores locales(1).

Mapa de Cumaná, Caribe, 1700-1799
El documento en cuestión se encuentra en el Archivo General de Indias con el título de “Relación de Capuchinos que van a Cumaná”, donde se trata de la autorización dada a ciertas personas para viajar a las Américas y evangelizar a determinadas tribus indias venezolanas.

El 4 de abril de 1780 se expide licencia para embarcar en el navío la Aurora con destino a la Guaira, que se hace a la mar el 28 de abril, a siete capuchinos con destino a Cumaná, entre los que vemos al de Valdealgorfa(2):

Entre los autorizados figura el hermano fray José Valdealgorfa, lego, que solo conocemos por la costumbre de los capuchinos de nombrarse a nivel de comunidad con un nombre al que le añadían el del lugar de su nacimiento o procedencia como apellido.

Las órdenes religiosas que se encargaron de la evangelización de Venezuela fueron cuatro: franciscanos, dominicos, jesuitas y capuchinos, pero hoy, los que nos interesan son los capuchinos, orden a la que perteneció el valdealgorfano José, que se embarcó hacia aquellas tierras en 1780.

En un principio, los capuchinos, tuvieron incontables inconvenientes para proceder a su establecimiento y evangelización ya que el privilegio de “pasar a Indias” lo tenían determinadas órdenes, entre las que no se encontraban los capuchinos, pero gracias al tesón de fray Francisco de Pamplona, perteneciente a la provincia de Aragón, obtuvo el permiso para la conversión de ciertas tribus indígenas de Panamá, tras comprometerse a no fundar conventos de su orden.

Documento Archivo General de Indias
Dice un historiador jesuita que los grandes misioneros venezolanos fueron los capuchinos. “En realidad, las misiones capuchinas en Venezuela tuvieron su origen en un acontecimiento casual. Fray Francisco de Pamplona obtiene en abril de 1650 permiso para embarcarse, acompañado de otros tres religiosos, rumbo a la isla de Granada, con el fin de dedicarse en ella a la evangelización de sus habitantes. Sin embargo, cuando arriban a la citada isla la encuentran en poder de los franceses, por lo que deciden seguir viaje hasta Margarita. Desde allí pasaron a tierra firme, donde iniciaron la evangelización de los indios cumanagotos(3).

Rescindida de nuevo la anterior autorización y tras nuevas y diversas dificultades e impedimentos, obtuvieron el permiso definitivo el 20 de Enero de 1657.

Los capuchinos establecieron cuatro misiones, de las cuales la de Cumaná fue la más antigua, establecida en el mismo año 1657, y a cargo de los capuchinos de la provincia de Aragón; “Comprendió parte de la antigua provincia de Nueva Andalucía, concretamente la zona de los llanos de Cumana, extendiéndose hacia el sur del Orinoco y su delta”. Las otras tres fueron: la Misión de los Llanos de Caracas (1658), la de Trinidad y Guayana (1678) y la de Maracaibo (1693).

La zona donde deberán organizar su misión queda señalada en febrero de 1658 por el gobernador de Cumaná, D. Pedro de Brizuela:

El Valle de Cumanacoa, que cae a barlovento de esta ciudad y ocho o diez leguas la tierra adentro... en las sierras y partes que vienen a dar a la mar y que caen dentro de los linderos de este gobierno y hasta alindar con la Guayana, donde hay sinnúmero de indios que jamás han tenido conocimiento de nuestra santa fe(4).

En la última etapa de la misión de Cumaná, desde 1780 hasta 1810, los capuchinos de Cumana crean, con una base aborigen de indios guaraflnos del Orinoco, Nuestra Señora de Guía de Uracoa (1784), San Serafín de Tabasca (1784), E1 Divino Pastor de Areo o Guarapiche (1786), San Rafael de Barrancas (1790) y Guaritica (1791); también se fundan Sumara y Cojosanica, poblaciones de corta duración.

En cuanto a la labor de los misioneros no fue exclusivamente evangelizadora:

En el conuco comunal encontramos muchas hortalizas, maíz, casia azucarera y cinco mil pies de cafeto, prometedores de una abundante cosecha. En Calipe, el conuco ofrece el aspecto de un grande y hermoso huerto, los indígenas están obligados a trabajar en él todas las mañanas de seis a diez. Los alcaldes y alguaciles de sangre india cuidan del cumplimiento de este deber... Están muy orondos con su categoria, su seriedad pedantesca y taciturna, su porte frio y misterioso, el celo con que desempeñan su papel en la iglesia y en las asambleas de la comunidad, resultan muy divertidas para los europeos...Mientras permanecimos en Caribe y en las restantes misiones de los chaimas, vimos siempre que se trataba a los indios bondadosamente. El guardián del monasterio vende la cosecha del conuco de la comunidad, y como los indios trabajan en él, todos tienen igual parte en los beneficios. Se les distribuye maiz, prendas de vestir, instrumentos de labranza y, según nos aseguraron, a veces incluso dinero(5).

La guerra de Independencia de Venezuela, entre 1810 y 1823, acabó con las antiguas misiones, cuyos componentes fueron expulsados del país cuando no sometidos a una “extinción radical”. Algunos misioneros como el Aragonés fray Ramón de Calanda se situaron de la parte del bando independentista siendo devuelto a España y expedientado por adhesión y apoyo a la rebelión en 1816.

No sería hasta 1828 cuando Simón Bolívar permitiera el restablecimiento de los conventos regulares y que es establecieran individuos de menos de 25 años para que después se dedicaran a la obra de misiones entre indígenas. Este decreto habla de la necesidad de restablecer las misiones destruidas “a consecuencia de la dilatada guerra”.

Por otra parte, la numerosa serie de monasterios fundados en el Bajo Aragón, Caspe (1605), Alcañiz (1612), Albalate (1634) y Calanda (1750), se abandonaron tras la promulgación de las leyes de desamortización.

Esta decisión, llevó a la exclaustración de sus miembros y al abandono de los conventos.

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(1) Para el presente artículo se ha tomado como base: Miren Maite ABAURRE VALENCIA y Luis LONGAS OTIN: APORTACION AL ESTUDIO DE LAS MISIONES EN AMERICA: LOS CAPUCHINOS ARAGONESES Y LA MISION DE CUMANA (1650-1810). En revista Argensola, nº 101, Inst. de Estudios Altoaragoneses, págs. 77-96. 
(2) Archivo General de Indias, Signatura: Contratación, 5525, N.1,R.62, Código de Referencia: ES.41091.AGI/10 //CONTRATACION,5525,N.1,R.62.
(3)  Abaurre y Longas, op cit., pág 83
(4) CARROCERA, Buenaventura de: “Lingüística indígena venezolana y los misioneros capuchinos”. p. 14., cit. Abaurre y Longas, op cit., pág. 84. (5) HUMBOLDT, Alejandro de: “Del Orinoco al Amazonas”, Ed. Guadarrama, Barcelona, 1981, pp. 76-77. Cit. Abaurre y Longas, op cit., pág. 89