Dentro de los capítulos que recogen aquellas plantas que pueden denominarse tóxicas, aunque como he dicho otras veces, todo depende de la dosis y concentración del preparado, hoy quiero dedicarle el capítulo a la “bufalaga”, una planta realmente útil hace años pero que, como ha pasado con otras muchas, su uso a caído en el olvido.
Quien no recuerda aquellos años en los que los animales domésticos formaban parte de la vida familiar y eran indispensables para el mantenimiento de las gentes. Y, me refiero no a aquellos pequeños animales de corral, básicos en la alimentación, como conejos o gallinas, sino a los absolutamente precisos para el trabajo diario, como bueyes, mulos o asnos y a aquellos otros que, como ovejas y cerdos, proveían de recursos a más largo plazo.
Un problema en la salud de cualquiera de éstos últimos, como los trastornos digestivos consecuencia de la alimentación, meteorismo torzones o cólicos, suponían un gran motivo de preocupación porque, en bastantes casos, terminaba con la vida del animal y, como no, con parte de los recursos domésticos. Y aquí es donde intervenía nuestra planta, ejerciendo su gran poder purgante dejando expedito el sistema digestivo del animal, proporcionándole una rápida recuperación.