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jueves, 1 de agosto de 2019

Una consecuencia de la guerra franco-española (1635-1659) en Valdealgorfa (I)



Este conflicto franco-español se enmarca dentro de la denominada Guerra de los Treinta años (1618-1648) que enfrentó a las principales potencias europeas. Francia, que no era parte beligerante desde el principio, tras la victorias de las tropas españolas y del Sacro Imperio Romano Germánico sobre las suecas en la batalla de Nördlingen, decide intervenir intentando debilitar la posición del Imperio o de la propia España, actuando directamente y declarando la guerra a España el 19 de marzo de 1635.

Felipe IV (Velazquez, 1635)
La inmigración gala a tierras aragonesas había sido una constante desde comienzos de la época moderna hasta el punto de que la monarquía española consideró necesario tomar medias contra la población de aquella nacionalidad afincada en nuestros territorios, ante el temor de una rebelión interna de los elementos franceses.

Según las estimaciones realizadas por entonces, una quinta parte de la población aragonesa era francesa en el último cuarto del siglo XVI, una cuarta parte a principios del XVII y hasta un tercio en el momento que nos ocupa. A partir de aquí, como consecuencia de la guerra y la toma de medidas drásticas por parte de la corte, la población franca en el reino comenzará a disminuir.

En aquellos tiempos el concepto de extranjero o, como se dice en el documento que vamos a ver, “francés de nación”, abarcaba a todos aquellos residentes permanentes o temporales en el reino, que hubiesen nacido fuera de Aragón, en este caso en Francia. En nuestro caso, todos los franceses habitantes en el pueblo disponen de vivienda por lo que debemos considerarlos vecinos estables.

Las actividades principales de estos extranjeros afincados en nuestras tierras parece ser que eran aquellas relacionadas con la agricultura, en condición en principio de jornaleros, aunque alguno de ellos llegó a ser "agricultor fuerte", o pudieron ser otras ejercidas esporádicamente con carácter puramente testimonial.

También debemos pensar que el patrimono de tres de ellos nos indica que la permanencia en la localidad venía de lejos. Es el caso de Juan Torner que, en 1634, disponía de 8 campos más un huerto, de Antón Feroles (Heroles o Eroles, según otros documentos) con 6 fincas de oliveras, o de Antón Torner con al menos una veintena de fincas rústicas.

Queda por aclarar la ocupación de los otros cuatro, que no disponen de fincas agrícolas en el libro de Cabreo de 1634(1) y que podrían ser asalariados “para cualquier servicio” o dedicarse puntualmente a alguna otra actividad: merchantes, tratantes, trajineros y otras profesiones de una forma u otra relacionadas con el comercio al por menor y ceñidas, como mucho, al ámbito comarcal.

En este último caso, los principales productos comercializados eran los agrícolas y ganaderos, fundamentalmente el aceite. Es llamativa, entre las pertenencias de los relacionados, la tenencia de “seis lechones”, “dieciseis camisas” o “seis arrobas de lana”, productos que exceden en mucho las necesidades individuales o familiares de sus poseedores.

Firma de la Paz de los Pirineos (Jacques Laumosnier)
Una de las consecuencias de la declaración de guerra fue el control del elemento francés especialmente en Cataluña y Aragón, donde se ordenó el recuento de la población y el embargo de sus bienes. En el contexto de la aplicación de estas medias se enmarca el documento siguiente, de 17 de junio de 1635(2), que atañe a los franceses que habitaban en Valdealgorfa:

Los jurados del municipio, corredor, notario y testigos se presentan en la casa de los vecinos, todos ellos “franceses de nación” como dice el documento, y requisan los siguientes bienes:

- En casa de Pedro Escuera: tres arcas viejas, una cama de cuerdas con gargon [jergón], dos tinajas y una bacía de masar [masadera].

- En la de Juan Torner: una cuba buena de seis nietros [1 nietro = 160 l.] de vino, dos tinajas, una cama de cuerdas con un paramento redondo con una sabana y manta medio ampradas [usadas], otra cama de cuerdas con un paramento redondo con un gargon y una sabana y manta medio ampradas, cuatro tinajas, un banco torniço [torneado], dos arcas de pino viejas, dos sillas de madera y dos mesas, la una redonda y la otra tegera [con pies de tijera].

- En casa de Anton Feroles: tres picos, dos agadas [azadas] la una estrecha y la otra ancha, un estral, un perpal [palanca] , diez tinajas aceiteras ocho vacías y dos llenas que habrá doce robas [1 arroba = 12,5 kg]de aceite poco más o menos, una cuba de cinco nietros de vino de cabida, una cama de cuerdas con un colchon, una manta y sábana medio amprado todo, un arca de pino grande buena, un caldero de alanbre [de cobre] de cuatro cantaros [1 cantaro = 10 l.] de cabida, tres arcas viejas, un banco tornico, una cama de cuerdas y veinte platos grandes y pequeños de melica [fabricados a la manera de los de Málaga, de ópera Malika o de reflejo dorado] y balanos [decoración de motivos abellotados?].

- A Juan Don: Una cama de cuerdas con un gargon, una sabana y manta medio amparados [= amprados = usados] y un arca de pino nueva.

- En casa de Antón Torner: dos arcas de pino buenas, dos talecas [talega = saco de 5 dobles de capacidad] de arina, una maranchon [cerda] con seys lechones, una cama de tablas con un gargon, sabana y manta medio amprado.

- A Juan Baldres: un arca de pino grande buena, dos tinajas aceiteras la una bacía y la otra con seis robas [arrobas] de aceyte, una cama de cuerdas con un gargon, sabana y manta medio amprado, dos arcas de pino buenas la una con diez y seis camisas arto buenas las seys de mujer y las de mas de hombre y en la otra arca seys sayas de e(s)tamena [estameña = tejido basto de estambre] negras y pardas medio ampradas.

- A Bartolomé Bayona: seis arrobas de lana blanca y negra, un caldero de cuatro cantaros de cabida, un maranchon [cerdo joven], una jumenta [asna, burra] parda de tres años, cuatro arcas de pino tres grandes y una pequeña buenas y una cama de cuerdas con una sabana y manta medio amprado.

Desconocemos, una vez más, el destino de los bienes y el de sus propietarios tras la incautación aunque se intuye que, manteniéndose el conflicto y ante la situación posterior creada por la sublevación catalana en 1640, la posición de la población francesa no debía ser nada cómoda.

Aún así, alguno de ellos como Pedro Escuera, Anton Feroles o Anton Torner aparecen en documentos posteriores (1636), interviniendo como asistentes a las convocatorias del Concejo General, para resolución de asuntos municipales.

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(1) Archivo municipal de Valdealgorfa: Libro de Cabreo de 1634
(2) Archivo Municipal de Valdealgorfa. Protocolos de Gabriel Burgués de 1635 (frag).